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#REFLEXIÓ: Com s’utilitzen els mitjans i la inseguretat per justificar comportaments racistes

Fa pocs dies ens assabentàvem que només 3 dels homes detinguts per les denuncies de violacions i robatoris a la ciutat alemana de Colònia per cap d’any eren refugiats. Dades molt llunyanes dels “milers de refugiats” que ompliren els titulars durant dies i dies. D’aquesta nova dada, però, molts pocs mitjans s’han fet ressò. Tot i així, el mal ja està fet: s’ha dispersat la falsa informació i, amb aquesta, la por. Una por que fomenta estereotips negatius i propaga el rebuig i l’odi cap aquestes persones. Pràctiques massa habituals als mitjans de comunicació, com vam poder comprovar al taller sobre cobertura dels refugiats a Europa, que vam fer amb Ruido Photo recentment.
En aquesta ocasió, no podem deixar de banda que s’ha utilitzat la violència masclista com a excusa. Sobre aquest fet en reflexionen la Carina Alcoberro i la Lorena Antón, activista de SOS Racisme.

El uso de los medios y la inseguridad como herramienta para justificar comportamientos racistas

El 2016 comenzó con una noticia ciertamente alarmante: se habían producido centenares de abusos sexuales y de hurtos durante la celebración de la nochevieja en Colonia, y en otras ciudades alemanas, al parecer de forma simultánea y organizada.

A raíz de este suceso los medios comenzaron a hacerse eco de la noticia, poniendo de manifiesto, no tanto la dimensión del ataque, si no las características de los atacantes: ‘hombres de apariencia árabe o del Norte de África’. A partir de aquí la noticia se hizo viral, y fueron numerosas la reflexiones que surgieron en las redes sociales y los medios.

Las críticas iban dirigidas especialmente a la política de ‘puertas abiertas’ que había adoptado Angela Merkel ante la necesidad de gestionar la llegada de personas refugiadas, al vincular las agresiones con la llegada de refugiados.

Home sirià a Colònia amb pancarta "Islam contra el sexisme"
Home sirià a Colònia amb pancarta “Islam contra el sexisme”

Lo cierto es que del número de detenidos y de ese presunto ataque organizado, poco más se ha sabido hasta el momento. Lo que sí ha ocurrido es que se han adoptado medidas más restrictivas en lo que respecta a las peticiones de asilo por parte de ciudadanos procedentes del Magreb, y además ha habido una respuesta mediática y social en contra de los inmigrantes y extranjeros, reacciones que se han visto en parte reforzadas por la creencia de que la entrada de refugiados provoca inseguridad y delincuencia.

Sobre esta noticia y sus consecuencias se pueden hacer varias reflexiones. Por un lado, resulta curioso que en una sociedad patriarcal, en la que las agresiones y abusos sexuales con frecuencia derivan en un análisis crítico de la actitud de las propias mujeres víctimas (estaba borracha, iba vestida para provocar, no dejó claro que no quería, se fue con él de forma voluntaria…), esta noticia se haya tratado a la inversa. En efecto, en el caso de Colonia, ya no interesa cuál fue la actitud de las mujeres, si estaban provocando o si estaban borrachas –lo cual nos parece correcto-, sino que se ha pasado a destacar el perfil de los agresores, no por ser hombres, sino por ser extranjeros –lo que resulta cuestionable, y además sospechoso. El racismo ha superado en este caso al machismo (aunque éste último no haya desaparecido completamente, ya que hay argumentos que se muestran indignados con que sean extranjeros los que ‘vengan a abusar de nuestras mujeres’).

Es curiosa también la diferencia de tratamiento mediático respecto de otros abusos sexuales que han tenido lugar en contextos similares, como en los propios carnavales de Colonia, ciudad en la que tuvieron lugar los hechos, o como ha ocurrido en España, en las fiestas de San Fermín. En estos casos parece que las agresiones tienen más que ver con el ‘desfase’ de las mujeres, el alcohol, el ambiente festivo, y quizás con el machismo, pero no con la procedencia o el color de piel de los agresores, probablemente nacionales y blancos.

Es asimismo llamativo que se tratara de un ataque organizado, en el que supuestamente participaron más de mil agresores, y que las fuerzas de seguridad no solo no tuvieran constancia o indicios de que esos hechos iban a tener lugar, sino que tardasen días en reconocer la gravedad del asunto y en tomar medidas al respecto. Se entiende que la coordinación de más de mil personas para agredir de forma simultánea en un lugar concreto se ha tenido que llevar a cabo a través de redes sociales, o algún mecanismo que pueda ser detectado por las autoridades, al menos después de los ataques. Sin embargo, de esta supuesta acción coordinada aún no se tiene constancia.

Obviamente estos incidentes tienen que condenarse, y las personas que llevan a cabo conductas delictivas tienen que ser detenidas y juzgadas. Pero no pueden utilizarse hechos de esta gravedad para crear discursos racistas y xenófobos y para justificar políticas restrictivas de derechos de determinados colectivos. Además, favorecen rechazo social y generan problemas de convivencia que pueden desencadenar discriminación y conductas violentas.

 

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