Entrevista a Santiago A. Zannou, director d'EL TRUCO DEL MANCO

 

El director madrileny Santiago Zannou ens parla d'immigració, de discriminacions i de la vida a les perifèries de les grans ciutats.

Aquest director novell està despuntant actualment en el panorama cinematogràfic espanyol després de l'èxit rotund del seu primer llargmetratge El Truco del Manco a la cerimònia dels Premis Goya.

El debut cinematogràfic de Zannou va rebre tots els guardons als que va ser nominat: millor director novell, millor cançó original i el premi d'actor revelació al protagonista del film: José Manuel Montilla, El Langui, cantant del grup de hip-hop La Excepción.

El Truco del Manco dóna un rol principal al fenòmen de la immigració, i és que Santiago Zannou, fill d'un immigrant beninès i d'una aragonesa, ha viscut a la seva pròpia carn la discriminació d'una Espanya inexperta en multiculturalitat i (encara més) reticent a les diferències racials en el barri madrileny de Carabanchel.

L'entrevista es va realitzar aprofitant l'ocasió del cine-fòrum organitzat per SOS RACISME dins de la campanya Laboratori Antiracista, activitat que es va concloure amb un gran èxit de participació de diverses entitats locals i un aforament complet.

Santiago A. Zannou: “Los inmigrantes son los grandes héroes del siglo XXI” 

 Acaba de ganar el Goya a la mejor dirección novel por El truco del manco, un duro drama sobre la exclusión social y la vida en los suburbios en que ha volcado parte de sus experiencias en el barrio madrileño de Pan Bendito, dónde creció.

Santiago A. Zannou, de padre africano y madre aragonesa, se presenta como “el primer director negro de la historia del cine español”, y dice que en su película hay ecos tanto de su adoración por Charles Chaplin como del realismo social de Ken Loach o los belgas hermanos Dardenne. Sin embargo, no ha quedado con nosotros para hablar de cine, sino de inmigración, convivencia en los barrios populares y racismo, temas sobre los que desgrana un discurso contundente basado en lo que le ha tocado vivir en sus propias carnes. 

 

¿Cómo fue la experiencia de crecer en un barrio popular y hoy multiétnico como es el tuyo, Pan Bendito, en Carabanchel?

¡Ojala hubiese sido multiétnico cuando yo crecí en él! Ésa es una palabra de uso muy reciente en España, el Pan Bendito de mi época era un barrio racialmente homogéneo en el que mi hermano y yo éramos los únicos negros. Crecer allí fue un infierno. Lo cuento, a grandes rasgos, en el corto por el que me nominaron al Goya en 2004, Cara sucia. Mis compañeros de colegio me llamaban guarro por el color de mi piel, y yo me lavaba la cara al llegar a casa. Quería ser blanco, como ellos, para que me dejasen en paz. Y luego, en la adolescencia, siendo un chaval negro y sin el menor talento para las peleas, recibí una paliza tras otra de los racistas, los chulos de barrio…. Hubo épocas horribles, como esos años a mediados de los 90 en que el rollo skinhead se puso tan de moda entre los chavales de la periferia de Madrid. Suerte de mi hermano, que es un armario, y me salvó de alguna que otra.

 

 En tu opinión, ¿es España un país racista?

Muy racista. Puede sonar duro, pero no tengo la menor duda. Son las conclusiones a las que llego a partir de mi experiencia, la de un negro que lleva más de 30 años buscándose la vida en ciudades españolas. Podría contarte centenares de anécdotas cotidianas que lo demuestran. 

 

¿Por ejemplo?

Algunas resultarían casi simpáticas si no fuese por los prejuicios que hay detrás. Por ejemplo, el padre de uno de los alumnos de la escuela en que doy clases de cine entró un día al aula para hablar con el profesor. Al verme a mí plantado frente a la pizarra, cerró la puerta y siguió buscando.  

 

Tú no podías ser el profesor…

Exacto. Ni siquiera le pasó por la cabeza la posibilidad de que un negro fuese el profesor de su hijo. Bien, ésa sería una anécdota intrascendente y hasta simpática, pero hay muchas otras que no lo son tanto. Como la actitud de la policía, que más bien parece un cuerpo dedicado a la persecución sistemática de inmigrantes. Ya me he acostumbrado a la humillación de que te registren y te pidan la documentación ¡a diario! Cuando vas a cualquier parte. Para un negro, pisar la calle es estar bajo sospecha. No creo que ningún blanco viva situaciones así. En cuanto a la gente “normal”, hay de todo, pero ¿cómo no va a ser racista un país en el que la palabra “negro” es el peor de los insultos? Yo tengo poco pelo y algo de sobrepeso, pero cuando alguien quiere insultarme, por cualquier motivo, no me llama gordo ni calvo, sino negro. 

¿Cómo se blinda uno contra el racismo cotidiano? ¿Qué se puede hacer para que no te afecte, para que no llegue a obsesionarte?

Hay momentos en que casi consigues no pensar en ello. Es lo que hay, forma parte del paisaje, y tratas de seguir
con tu vida fijándote en lo positivo, haciendo abstracción de todos los obstáculos y de los prejuicios de la gente. Mi filosofía de vida es positiva, me tomo los obstáculos que encuentro como un reto que me fuerza a superarme. Ése es también el mensaje de mi película, una invitación a los marginados a no resignarse al victimismo y hacer un esfuerzo de superación para que sus vidas valgan la pena.
 

 

¿Qué crees que podría hacerse desde los poderes públicos para promover la integración racial o, al menos, una convivencia más civilizada? ¿Crees que la política española necesita su propio efecto Obama?

No sé. Las sociedades cambian, pero no sé muy bien qué puede hacerse desde el poder para conseguir que cambien. Creo que España está muy lejos de tener su propio Obama. Los hijos de los inmigrantes van a tardar varias generaciones en llegar a los círculos de poder político, si es que lo consiguen, porque ésta es una sociedad muy cerrada. El cambio esperanzador a corto plazo podría ser que una mujer llegase a la presidencia del Gobierno. Eso sí va a pasar, tarde o temprano, y puede suponer una diferencia muy significativa. Yo votaría a una mujer. A casi cualquier mujer que no fuese Esperanza Aguirre. 

 

Háblanos de tu próximo proyecto, “Singuerlín”. ¿Cómo se te ocurrió dedicarle una película a este barrio popular de Santa Coloma, en el cinturón obrero de Barcelona?

Bueno, al final es posible que no se titule así, porque, después de la repercusión que está teniendo El truco del manco, los productores quieren apostar fuerte por el proyecto, y habrá que consensuar con ellos dónde se acaba rodando. Será en un barrio periférico de una gran ciudad, pero al final es posible que sea Carabanchel o la Banlieu de París. En cualquier caso, escribí el guión pensando en Singuerlín, porque me interesaba el contraste entre ese barrio de casitas preciosas que se ve desde la carretera, camino de Montcada, y lo dura y lo sórdida que es la vida cotidiana de sus habitantes. 

 

Un barrio parecido a La Catalana, también en la periferia de Barcelona, donde rodaste El truco del manco

Sí, el mismo tipo de barrio, con gente parecida e historias también parecidas. El de La Catalana, en Sant Adrià del Besós, es un caso de barrio que se muere. Lo está matando la especulación inmobiliaria. Van a convertirlo en un barrio “decente”, pero no para que se beneficien de ello los que llevan toda la vida viviendo allí, los gitanos y los curritos de periferia. No, a esos los van a echar, se los van a llevar a cualquier pocilga. Y La Catalana se va a convertir en un barrio para gente joven de clase media o media-alta. 

 

Al margen de ”Singuerlín”, o como vaya a llamarse definitivamente, ¿tienes algún otro proyecto en cartera?

Sí, uno muy personal en el que he trabajado en paralelo al guión de Singuerlín y a la promoción de El truco del manco. Va a ser un documental sobre mi padre, un inmigrante que vino de Benin hace 37 años, renunciando a todo, a su familia, a su cultura y a sus orígenes, y sufriendo mucho para formar aquí otra familia. Para mí, los inmigrantes son los grandes héroes del siglo XXI, y yo quería contar la historia de uno de esos héroes anónimos. Un solo caso, y uno que me toca muy de cerca, para no caer en el error de reducir a los inmigrantes a una simple estadística. Iré con mi padre a Benin, buscaremos juntos sus raíces, y una vez allí, quiero mirarle a la cara para ver si todos los sacrificios y renuncias que ha aceptado con la ilusión de darle un futuro mejor a sus hijos han valido o no la pena.

Entrevista de Miquel Echárri

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