A continuació, reproduïm l’epíleg del projecte de recerca periodística “D’infància en perill a infància perillosa” que està inclòs en el webdoc.
Los niños y jóvenes migrantes no suelen ser considerados niños ni jóvenes por los países de destino a los que migran en Europa. Si fueran considerados de tal manera, la forma en que serían recibidos y tratados sería radicalmente otra.
Otra es la forma en la que necesita ser explicada esta historia, entonces.
Los procesos de racialización a los que son sometidos la juventud migrante les ha despojado de su propia niñez y juventud, ubicándolos entre las coordenadas de criminalización y un abandono institucional sumamente desacomplejado. Y sin embargo, el relato sobre cómo les atraviesa la construcción social de la raza ha sido invisibilizado. Las relaciones (neo)coloniales, entre los países de procedencia de esta juventud con los países de destino, sus relaciones económicas, diplomáticas o sociales no forman parte de los análisis.
Son poco más de 20 años desde que empezaron a llegar menores de edad que tuvieron que ser recibidos por un sistema de protección de la infancia ya deficiente en el Estado español. Aún así, el papel de la administración y el Estado ha sido cuestionado exclusivamente desde aquellos espacios dedicados a paliar los agravios que han sido resultado de un determinado modelo de (des)protección. Incluso para estos sectores críticos, que han realizado un trabajo incansable en la denuncia y el señalamiento de la prevaricación de las entidades tutelares, la relación entre raza, clase, migración y protección de la infancia ha sido también una cuestión ciega.
Recientemente, en este contexto, la presencia de los menores migrantes en el Estado español adquiere una visibilización notoria en los medios de comunicación, en boca de la clase política, incluso -aunque en menos medida- entre entidades de acción social, habitualmente receptoras de subvenciones públicas y movimientos activistas.
Los análisis y las lecturas sobre el estado de las cosas en relación a la protección de la infancia han tenido tres tendencias destacadas. La criminalización descarada, el paternalismo exacerbado y el abandono institucional. Y siempre, sin excepción, una hipervisibilización de los chicos como sujeto sobre el que pivota cualquier trama. Hecho que ha conllevado -sobretodo en los últimos meses- a una exposición que los ha convertido en objeto de noticias de tinte amarillista, foco de operaciones policiales de corte securitario, así como víctima -no uno, sino varios- de ataques racistas en las calles y en los centros donde viven; llegando al punto culmen de varios intentos de atentados este otoño.
Este proyecto periodístico narrativo y audiovisual, con una clara voluntad de poner atención sobre el racismo institucional que define de manera vertebral los itinerarios de los chicos, es el resultado de una especie de laboratorio que tiene la voluntad y decisión política de no reproducir el imaginario visual y narrativo que ha acompañado al relato de los “menores no acompañados”.
Esta tarea, sumamente difícil, incluso para un equipo de trabajo que parte de este convencimiento, se ha encontrado también con múltiples limitaciones. Limitaciones inherentes a la capacidad creativa, ya desde lo profesional o lo personal; limitaciones de carácter social, como la forma en la que se concibe la denominada neutralidad noticiosa y la legitimidad de una narrativa politizada que no es complaciente con el propio sentido del periodismo dominante actual; así como limitaciones estructurales como han podido ser el acceso a funcionariado policial, institucional y gubernamental o la (in)existencia de determinados datos estadísticos que podrían respaldar las conclusiones del proyecto.
En este camino, se tomaron algunas decisiones metodológicas que sin duda han marcado de manera significativa el resultado:
- No es necesario centrar el relato en la exposición de los chicos y en su itinerario migratorio, ni en las violencias sufridas como resultado de la maquinaria del racismo institucional. Por lo tanto, no serán ellos objeto de las noticias, sino el resto de agentes partícipes y responsables del sistema migratorio y de protección de la infancia y la adolescencia: la policía, el cuerpo judicial, la abogacía, la clase política, así como funcionariado y trabajadores y trabajadoras del sistema de protección.
- La vitalidad del racismo institucional ha hecho que cuando se quiera hablar de él, no se hable de él, sino del “otro” sometido a su poder. Por lo tanto, la imagen de los chicos no será utilizada para hablar de racismo institucional, ni se desvelaran las estrategias utilizadas por la juventud para hacerle frente.
Estas decisiones metodológicas han supuesto múltiples discusiones y reflexiones internas. El equipo asesor somos conscientes que esto ha supuesto una dificultad añadida al equipo periodístico que bien sabe que en un mercado atravesado por el racismo, este periodismo “no vende”. Sin embargo, era una prioridad no contribuir a alimentar el monstruo del racismo mediático, que no deja de formar parte del aparataje que reífica el orden social, racial y económico existente. Este proyecto no podía alimentar el statu quo donde los relatos acabarían siendo: “los chicos acaban optando por la vida en los márgenes porque el sistema lo empujó a ello”; “son unos pobrecitos en busca de una vida mejor porque sus países no tienen sistemas de bienestar social”; “son buenos chicos”; “los chicos tienen derechos”; o cualquier otra retahíla progresista que se erige como alternativa a pesar de dejar fuera del foco los nombres y apellidos de los responsables involucrados, así como la maquinaria burocrática, administrativa-institucional sobre cómo se pasa a considerar la “infancia en peligro”, como “infancia peligrosa”.