Cris Izquierdo – El Periódico. Entrevista a Mamadou, el extremo. Mamadou, el chico clandestino que burló la frontera, que tomó un tren a Barcelona, que al principio durmió al raso, en la calle, que a los pocos meses daba pases en el Sant Andreu. Juvenil B, cierto, pero es que hacía dos días cruzaba el mar. Mamadou, el soñador. Una historia que parece un cuento, como él dice.
–La verdad es que sí. La verdad es que soy un jugador polivalente. Pero hay un puesto que me gusta más que los otros. Y ahí me siento cómodo. Y es de lo que procuro jugar siempre. O casi siempre. En fin. Que a mí lo que más me gusta, donde me siento realmente bien, es jugando de extremo.
–¿El fútbol? Desde chico, juego desde chico. Siempre, siempre me ha gustado, cuando era pequeño me pasaba las tardes jugando. En Senegal, de hecho, alcancé a estar en varios equipos, en divisiones inferiores, la gente decía que yo era bueno… Nawetane, ¿sabe lo que es Nawetane?
–No.
–Es el campeonato de fútbol de invierno. En Senegal. Es muy famoso. Y yo alcancé a jugar ahí.
–Y con 16 años decidió venir a España. ¿Por qué?
Y empieza la historia fabulosa. Mamadou dice que cada vez que la cuenta a la gente se le salen los ojos, que lo menos que dicen es: «No puede ser», y que luego se quedan mirándolo con cara de eso, de no poder ser. Aquí está, la parte fabulosa. La gran historia. El pescador cazatalentos.
–Yo vine porque quería ser futbolista. Quiero. Y… bueno, estaba este hombre, el dueño de un barco pesquero. Y me vio jugar. Y habló con mis padres y les dijo que yo debía venir a Europa. Los convenció. Ellos al principio tuvieron miedo, claro, pero él los convenció. Y este hombre me trajo en su pesquero. De hecho, me dijo que ya había traído a otros chicos. Salimos de Senegal y la última escala la hicimos en Marruecos.
–Y llegó… no sé: ¿a una playa?
–¡No, hombre! ¡Si no vine en patera! ¡Si le estoy diciendo que llegué en un barco! Por un puerto. Llegamos a un puerto, como llega cualquier barco.
–¿Qué puerto?
–Mmm… la verdad, no me acuerdo.
–¿Me está diciendo que entró por un puerto, sin visado ni nada?
–Bueno, el amigo tenía enchufes.
–¿Y cuánto le cobró?
–No pagué nada.
–¿Nada?
–Nada, no. Sí, sí, todo el mundo pone esa cara, pero es que es así. Yo creo que lo hizo porque le gusta mucho el fútbol. ¡Ha sido así, de verdad!
–¿Y aquí? ¿Cómo llegó aquí?
–Él me subió en un tren.
–¿Y al Sant Andreu?
–Pues es que hay gente del Sant Andreu que va por los centros de menores en busca de talentos. Yo hice una prueba y les gustó, lo que pasó fue que al principio solo podía entrenar: como no tenía papeles no me podían convocar. Y yo creo que eso… verá, cuando al fin empecé a jugar noté que tenía un problema de confianza, y creo que fue por eso, o en parte por eso. Me fastidia, ya no tengo la confianza que tenía en mi país.
Mamadou, el extremo, no lo apuesta todo al fútbol. Ha hecho cursos de cajero y de electricista, estudiado idiomas, mostrado en general tal interés por progresar que se ha granjeado la tutela de varias fundaciones, la Mercè Fontanilles, por ejemplo, o la Fundació Èxit, que ayuda a los jóvenes –los que precisan de un empujón– a conseguir trabajo. Y en eso está.
–Pero de momento es difícil. Solo tengo permiso de residencia, no de trabajo, así que por mucho que quiera no puedo trabajar. El currículo lo tengo colgado en internet, y a veces me llaman y lo primero que preguntan es si tengo permiso de trabajo; les digo que no y ahí se acaba todo. Lo que voy a decir es obvio, pero esto es más difícil de lo que parece.
–¿De lo que parece dónde?
–En Senegal, cuando vuelven los que triunfan. Pero por cada uno hay 100 aquí sufriendo. A mí el tema me interesa, y puede que haga un corto.
–Un… ¿También estudió cine?
–No, de cine no sé nada, pero me acordé de que en el Casal dels Infants han hecho alguna cosa parecida, así que fui allá y ellos me están ayudando. Ya he entrevistado a alguna gente que conozco, senegaleses que en su país vivían bien, que no les faltaba un plato en la mesa, y que vinieron aquí y duermen en la calle y no regresan solo por vergüenza. Con esas historias voy a hacer el corto.
–Caramba. ¿Tiene título?
–Sí. Si lo sé, no vengo.