La binaridad del género: una historia de racismo

El sexo binario (la idea de que solo existen dos sexos , diferenciados y opuestos,) es una invención colonial que tiene su origen en el siglo 19.

Repost de @alokvmenon

Mientras algunas culturas alrededor del mundo previamente habían dividido la sociedad entre hombres y mujeres, el desarrollo científico de aquel periodo específico, permitió a los científicos de las sociedades occidentales que la diferencia del sexo (que había sido considerada una cuestión de energías), era anatómica (referente a diferencias esqueléticas, cerebrales, del sistema nervioso…). Así, el dualismo del sexo, entendido como los dos lados de una misma moneda, empezó a ser visto como una dicotomía entre dos cosas distintas y opuestas.

Los científicos occidentales de aquel tiempo concluyeron que las personas blancas eran superiores debido a su capacidad única diferenciarse visiblemente entre hombres y mujeres. A su vez, a las personas negras, indígenas, y otras personas racializadas (BIPOC,  en sus siglas en inglés), se las calificó de “sexo indistinguible”. Así, cuando se usaba el término ‘mujer’ los científicos se referían exclusivamente a la mujer blanca. 

Términos como ‘razas inferiores’ se usaban sin hacer alusión al sexo, ya que los científicos creían que no había diferencias de sexo significativas en las comunidades BIPOC.En 1886, el sexólogo alemás, Krafft- Ebbing escribió: “ Como más evolucionada es una raza, más diferencias hay entre hombres y mujeres”. En 1897, William Thomas, amplio que: “ Como menos civilizada es una raza, menos diferencias entre sexos”.

Los científicos no creían que hombres y mujeres de diferentes razas compartieran la misma naturaleza. En cambio, sostenían que el sexo era específico de cada raza.

La creencia era que, a medida que las sociedades progresaban de la “salvajismo” hacia la “civilización” con el tiempo, la distinción física entre hombres y mujeres aumentaba.

Las personas blancas eran vistas como evolucionando constantemente hacia convertirse en la civilización suprema en la Tierra, pero las personas negras (en particular) eran vistas como atrapadas en la primitivización/animalidad, incapaces de lograr diferenciación sexual.

Las diferencias sexuales físicas fueron consideradas como productos evolutivos de los roles sociales de cada sexo. Según el darwinista social Herbert Spencer, la razón por la cual las mujeres blancas se veían tan diferentes de los hombres blancos, es porque a diferencia de sus contrapartes ‘primitivas’, ellas eran amas de casa. El entendimiento era que si la ‘civilización’ (normas de género binarias) se llevaba a los pueblos ‘primitivos’, entonces eventualmente desarrollarían diferencias sexuales con el tiempo. Este ‘conocimiento científico’ estaba muy extendido e informaba la política pública. Incluso las feministas blancas del siglo XIX veían la feminidad como ‘un estado avanzado de especialización mental, fisiológica, emocional y anatómica solo logrado por las civilizadas’

La Dra. Mary Walker, cirujana, definió la feminidad por los genitales y la capacidad reproductiva porque “la vagina servía como el vínculo entre el cuerpo y la raza” (108). La vagina fue discutida como uno de los últimos vestigios de animalidad en la raza blanca que tenía que ser gestionado por las mujeres para el futuro de la raza. Debido a que otros orificios (como la boca y el ano) no estaban vinculados a la reproducción racial, el sexo oral y anal fueron desestimados como incivilizados. Los científicos hicieron referencia a diferencias sexuales recientemente sustanciadas (como el tamaño del cerebro y de la pelvis) como evidencia de que las mujeres eran inherentemente hiperemocionales y los hombres inherentemente racionales. Justificaron negar derechos a las mujeres blancas, argumentando que su único papel era ser conductos raciales y dar a luz niños.

Este texto continúa la discusión sobre cómo la ciencia del siglo XIX fue utilizada para justificar la opresión de género y racial, específicamente enfocándose en cómo se conceptualizó el cuerpo femenino en relación con la “pureza racial” y la reproducción.

Las sufragistas que se organizaban por el derecho al voto enfrentaron una resistencia formidable porque su campaña desafiaba la separación sexual de esferas (la idea de que las mujeres debían permanecer en el ámbito privado y los hombres en el ámbito público), una característica considerada como un logro civilizacional único de la raza blanca. Los hombres blancos temían que otorgar a las mujeres blancas el derecho al voto causaría la “feminización de los hombres y la masculinización de las mujeres”, y que esta difuminación del binario sexual llevaría a “la raza civilizada a deslizarse hacia atrás en la línea temporal evolutiva de vuelta al primitivismo” .

Este texto continúa explicando cómo los conceptos de género y raza estaban entrelazados en el pensamiento del siglo XIX, mostrando cómo se utilizaron argumentos pseudocientíficos para oponerse al sufragio femenino.

El lagado de aquellas narrativas sigue vigente a día de hoy. En lugar de luchar junto a las personas trans/no binarias/intersex, el feminismo mainstream continúa negando esta historia y depende de un marco binario de masculino o femenino. No hay nada feminista sobre el binarismo sexual, una herramienta que fue creada para naturalizar el sexismo y el racismo.

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