#REFLEXIÓ: La identidad catalana y SOS Racisme -Dolores Juliano-

Dolores Juliano, antropòloga y membre del Consell Assessor de SOS Racisme Catalunya.

Dolores Juliano
Dolores Juliano, antropòloga

Los sentimientos nacionales son una fuerza enormemente motivadora, afectan a las emociones y provocan experiencias de pertenencia. Como expresiones del amor a la tierra donde se vive, no sólo son respetables, sino que también son ampliamente compartidos por personas de muy diferentes ideologías. Pero no todos los nacionalismos son iguales. El siglo XX brindó una terrible experiencia de a donde puede llevar un patriotismo expansivo y basado en presuntas diferencias raciales, con el desarrollo del nacional-socialismo alemán, su agresividad guerrera y sus campos de exterminio. Puede pensarse que ese ejemplo de racismo extremo, y su asociación con propuestas nacionalistas llevara a asociaciones como SOS Racisme a desconfiar de todo nacionalismo.

Pero eso no sería justo. Hay una gran diferencia entre los nacionalismos expansivos de las potencias con afán colonizador y los nacionalismos defensivos con los cuales distintos grupos humanos que han sufrido ataques a su identidad e incluso a su supervivencia como grupos, se defienden resaltando los elementos que les permiten sentirse partícipes de un grupo. Aunque existe la posibilidad de pasar de un tipo al otro, como sería el caso de los judíos que pasaron de defenderse a  tornarse un nacionalismo agresivo.

Hay diferentes rasgos culturales que se pueden reivindicar como señales de identidad en un momento histórico determinado. En ciertas circunstancias la religión (Irlanda, Polonia), o la lengua o las características físicas (raciales) se han elegido como elementos de auto identificación de algunos pueblos, pero todos ellos tienen el inconveniente de que si bien son motivantes, también son excluyentes: reafirman el sentido de pertenencia de quienes los comparten, pero aumentan la sensación de distancia y las posibilidades de exclusión con respecto a quienes no lo hacen.

Sin embargo, no sólo los rasgos de este tipo pueden servir como marco de un orgullo nacional: la ilustración, el respeto a los derechos civiles o la experiencia democrática también se han utilizado a veces, y son rasgos mucho menos proclives a ser empleados como mecanismos de exclusión y de segregación (aunque a veces se han usado para considerar a otros pueblos menos civilizados y han legitimado empresas coloniales). Pero no solamente ciertos contenidos concretos, por amplios y generales que sean, pueden usarse como base de identificación. Hay experiencias históricas y actitudes ante la vida y en relación a los demás que forman una parte importante de la tradición cultural de muchos pueblos y que de reivindicarse, pueden permitir afirmar la propia identidad sin transformarla en un arma contra los restantes grupos humanos. Tal sería el caso de la tolerancia, la opción de convivir con la diferencia, la capacidad de diálogo o la hospitalidad.

En el momento de pensar y actualizar su propuesta como nación, Catalunya tiene una larga tradición al respecto. Por su posición geográfica en la frontera de dos países nacionalistas y uniformizadores, por su amplio frente al mar y su tradición viajera, por tener como “cap i casal” una ciudad puerto cosmopolita por donde han pasado todas las influencias culturales y que ha sido capaz de desarrollar a partir de ellas su propia respuesta personal, por su tradición asociacionista y dialogante, por su temprana relación con los movimientos políticos avanzados, que generaron desde experimentos pedagógicos hasta campos nudistas y escuelas de esperanto, por su complejidad política manejada tradicionalmente con “seny”, por su larguísima experiencia migratora de ida y vuelta, que volcó catalanes por todo el mundo y catalanizó a gente que llegó aquí procedente de todas partes, Cataluña tiene una amplio historial de convivencia y tolerancia ciudadana, que puede reivindicar con legítimo orgullo al definir la “catalanidad”.

Es el momento oportuno para introducir estos elementos en el diálogo ciudadano, especialmente ahora que los fantasmas de la xenofobia, la intolerancia y el racismo, ganan peso en toda Europa, y diversos partidos anti-inmigrantes cosechan resultados mayores que en otras épocas, favorecidos por la ansiedad que produce la crisis económica y social.
Avanzar hacia una propuesta nacional tiene tanto más sentido, cuanto mejor se definan las características que la constituyen.

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