Linchados en el altar del odio racial

 Michael Schwerner era blanco. Andrew Goodman también lo era. Ambos fueron asesinados. En los Estados Unidos puritanos de los años sesenta, ser blanco no protegía del odio racista del Ku Klux Klan (KKK).

Michael y Andrew, que recibieron un tiro en la cabeza con tan sólo 24 y 20 años, respectivamente, murieron porque eran activistas de derechos civiles, abogaban por la igualdad con las "personas de color". Y porque iban con James Chaney. James, él, era negro. Los miembros del KKK le lincharon, le torturaron, le dispararon en el culo y le ejecutaron. Porque era negro. El asesinato de estos tres jóvenes, el 21 de junio de 1964, inspiró la película Arde Mississippi, de Alan Parker.

Los policías de la pequeña ciudad de Filadelfia lo tenían todo preparado. Hacía un calor húmedo aquella tarde de verano, en Mississippi, al sureste de EEUU. Michael, Andrew y James participaban en el Verano de la Libertad, cuyo objetivo era censar a la población negra y recordárselo su derecho de voto. Acababan de visitar, en Longdale, los restos de una iglesia frecuentada por fieles negros, quemada en un incendio intencionado, cuando el sheriff los detuvo en la carretera. Era como si los estuviera esperando: los multó por exceso de velocidad y los llevó a la comisaría. Cuando cayó la noche, salieron libres.

Era una estrategia. Mientras Michael, Andrew y James esperaban en su celda, el sheriff informaba a sus amigos del KKK. Ya era de noche cuando los tres activistas se alejaban de Filadelfia, pero dos coches y una camioneta empezaron a perseguirlos. Intentaron huir hasta que uno de los coches encendió las luces; era un policía. Se detuvieron, Michael abrió la ventana. Es fácil imaginar el diálogo: "Buenas noches, agente", dijo el joven; "Huele a neeger", contestó el supuesto policía. Michael recibió un disparo en la cabeza. Nunca se supo los detalles de las torturas a las que fueron sometidos; sus cadáveres fueron hallados 44 días después, bajo un montón de tierra, bien escondidos en el terreno de una granja privada. Habían sido apaleados y tiroteados. El coche había sido abandonado por el KKK en un pantano cercano.

El 2 de julio de 1964, poco más de una semana después del triple asesinato, el presidente de Estados Unidos Lyndon Baines Johnson promulgó la Ley de Derechos Civiles, que prohíbe todo tipo de discriminación por motivo de raza, color de piel, religión o origen nacional. La realidad fue mucho más dura y las mentalidades, sobre todo en el sur del país, no cambiaron de un día para otro. El KKK ya era entonces una agrupación minoritaria, aunque el odio y el racismo no habían desaparecido.

La investigación del FBI consiguió llevar a la detención de 18 hombres involucrados en el crimen, 15 de los cuales fueron procesados y condenados en 1967, pero no por asesinato, sino por "violación de los derechos civiles". Uno de los grandes líderes del KKK de la zona, Edgar Ray Killen, El Predicador, quedaba entonces libre y hubo que esperar hasta 2005 para que terminara en una celda.

El 21 de junio de 2005, justo 41 años después de los hechos, Killen fue reconocido culpable, a sus 80 años, de matar a James Chaney, Andrew Goodman y Michael Schwerner. "Es un buen hombre que hizo mucho bien para nuestra ciudad. Que yo sepa, el Ku Klux Klan es una organización pacífica", dijo el alcalde de Filadelfia de la época para defender a Killen. El Predicador acabará sus días entre rejas. 

 

 

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