Mujeres y minorías raciales son discriminadas en un ejército que se presenta como moderno y feminista. La sexualización de las jóvenes soldados o la difusión de vídeos de militares burlándose de los gazatíes acompañan la limpieza étnica.
Artículo publicado en El Salto por Sarah Babiker
Sin detenerse en su genocidio contra la población gazatí, Israel comenzaba 2024 retirando algunas de sus tropas del norte de la Franja de Gaza. Pese a la reducción de la presencia militar en esta área, las autoridades israelís han insistido en que esta decisión no supone una desescalada de la ofensiva o el fin de la masacre. La guerra contra los palestinos durará al menos seis meses más, han advertido. No solo en Gaza, durante esta semana el ejército sionista ha continuado atacando sin parar Cisjordania, mientras que Israel ha extendido sus operaciones a los países vecinos, con el asesinato del líder de Hamás Saleh al Arouri y bombardeos recurrentes en Siria.
Entre los reservistas retirados del norte de Gaza, algunos volverán a la vida civil, a sus estudios y profesiones, para evitar que se profundice la crisis económica que empieza a afectar al país —los 300.000 reservistas llamados inicialmente a participar en la operación de venganza iniciada por Israel tras el 7 de octubre suponen entre el 10 y el 15% de la fuerza de trabajo israelí— otros serán desplazados a la frontera de Líbano, un frente en el que ya habrían muerto 28 civiles libaneses y 147 milicianos de Hezbollah, así como cinco civiles y nueve soldados israelíes, y que podría convertirse en unos de los principales espacios de confrontación, tras el ataque israelí en Beirut.
A pesar de haber arrasado con Gaza, y del asesinato de al-Arouri y otros integrantes de Hamás en Beirut, el ejército israelí estaría lejos de cumplir con su supuesto objetivo de acabar con Hamás, no habiendo conseguido eliminar o detener a ninguno de sus principales líderes en la franja. Por otro lado, Israel dice haber matado a 8.500 combatientes, pero el número prácticamente coincide con los hombres que han perdido la vida desde el 7 de octubre —de las 22.438 víctimas mortales de la ofensiva israelí, más de dos tercios serían mujeres y niños— lo que implica que el ejército sionista asume que todo varón fallecido como consecuencia de su ofensiva pertenecía a Hamás.
Siguiendo las declaraciones del ministro de Finanzas israelí, el ultraderechista Bezalel Smotrich, lo que quede de Gaza y sus habitantes quedaría bajo control militar israelí una vez acabe esta ofensiva. La posibilidad de que vuelvan los colonos israelíes a la franja aparece una y otra vez en las intervenciones de los ministros, con el titular de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, llamando al reparto de gazatíes a otros países bajo la fórmula de “emigración voluntaria”.
Arrasar, ocupar, arrasar
La retirada parcial en el norte no se ha visto acompañada por una atenuación de los ataques en el resto de la franja: Israel impide el regreso de los gazatíes a sus hogares mientras el bombardeo y las incursiones en el centro y sur de Gaza han sido constantes a lo largo de la semana. Junto a los ataques a campos de refugiados e infraestructura sanitaria, una especialidad del ejército israelí, las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) habrían dispuesto francotiradores en la carretera de Sajah al Din que une el centro con el sur de la franja, según informaba Al Jazeera a primera hora del viernes 5 de enero. “También hay ataques de artillería continuos en los campos de refugiados de Maghazi y Nuseirat. Parece que Israel está pasando de una fase de destrucción a otra, que se concentra en las partes central y meridional de Gaza”, explicaba su periodista en terreno, Tareq Abu Azzoum.
El ejercito israelí ha llegado para quedarse, en la fase de destrucción total actual, o en fase de ocupación: ayer jueves 4 de enero, el ministro de defensa Yoav Gallant afirmaba que las FDI conservarían el derecho a moverse por la franja sin restricciones, algo que dejará la franja bajo control militar sionista. En Cisjordania, donde Hamás no tendría presencia, el ejercito israelí sigue moviéndose militarmente como lo desea, durante esta semana invadieron durante 40 horas el campo de refugiados de Nur Shams. Según reportaba Al Jazeera, cientos de hombres palestinos han sido arrestados e interrogados, y al menos 13 presentan huesos fracturados tras ser golpeados por los soldados.
Un ejército poco habituado a las pérdidas
Bregado en el acoso a civiles desarmados, o en los bombardeos a distancia, el ejército israelí no está acostumbrado al combate en terreno. Un número elevado de soldados israelís muertos supone una gran presión sobre un gobierno cuyo líder pende de un hilo: si ya contaba con una fuerte oposición antes del 7 de octubre, su respuesta ante el ataque de Hamás ha sido muy criticada.
Así, aunque Hamás y Yihad Islámica reivindican con cierta frecuencia haber atacado carros de combate y matado a varios de sus ocupantes, el número de soldados israelíes muertos en Gaza sigue siendo limitado en comparación con la destrucción que su ejército habría dejado en la Franja. El lunes 1 de enero, según el diario The Times of Israel, el ejercito israelí contaba 172 bajas, 18 soldados habrían muerto por fuego amigo y nueve en accidentes que incluirían disparos accidentales del arma, atropellos por parte de tanques o ser alcanzados por metralla en demoliciones controladas.
Según The Times of Israel, el ejército señala varias causas para estos accidentes, que incluyen problemas de comunicación entre las tropas, soldados agotados y poco concentrados en un contexto donde decenas de miles de militares israelíes participan en la ofensiva terrestre sobre una superficie muy reducida. Se trata de soldados que no se lo piensan mucho antes de disparar. La muerte por fuego amigo de tres prisioneros israelíes que agitaban banderas blancas y gritaban en hebreo es una buena muestra de ello.
Además de las muertes, unos mil soldados habrían sido heridos en Israel, 211 seriamente, afirman las FDI. Sin embargo, ya a principios de diciembre Hareetz denunciaba que el número de heridos comunicado por las autoridades militares no concordaba con los números facilitados por los hospitales, extendiéndose la sospecha de que Israel está ocultando el número total de heridos y su gravedad, no queriendo mostrar las vulnerabilidades de sus tropas, compuestas en gran medida de reservistas, gente muy joven en pleno servicio militar, y soldados extranjeros.
Un ejército que recibió un duro golpe en su imagen, tras el ataque de octubre y que es impugnado también ante la justicia. Supervivientes de la rave Supernova han denunciado el pasado lunes 1 de enero a los cuerpos de seguridad israelíes por no evitar la muerte de cientos de personas en el evento, algo que, advierten, podría haberse hecho simplemente con una llamada de alerta a los organizadores para que procediesen a evacuar a los asistentes, una vez el ejército estuvo al corriente de la incursión de Hamás fuera de la Franja.
Deshumanización 2.0
Tras la muerte de un soldado israelí el pasado 22 de diciembre, uno de sus amigos revelaba en una entrevista cómo se habría llevado a una bebé de Gaza, cuyos padres habrían sido asesinados por el ejército. Este caso sería uno más de una práctica más extendida de secuestro de bebés y niños gazatíes que habrían sido llevados a territorio israelí, recogía la web informativa de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de Naciones Unidas el pasado martes.
El hecho de que el amigo del soldado fallecido revelase el secuestro de la bebé gazatí sin plantearse que este podría suponer un acto inmoral e ilegal da cuenta del alcance de la deshumanización de la población palestina en el imaginario del ejército sionista, una deshumanización que los propios soldados se han encargado de hacer pública a través de vídeos e imágenes que circulan por las redes sociales desde el principio de la operación de venganza.
Según denunciaba el viernes 29 de diciembre la organización Euromed Rights Monitor, los soldados israelís desvalijan las casas y hurtan las pertenencias de las familias desplazadas
Después de destruir total o parcialmente más de la mitad de las viviendas de Gaza, los soldados israelíes se han dedicado al pillaje: según denunciaba el viernes 29 de diciembre la organización Euromed Rights Monitor, los soldados israelís desvalijan las casas y hurtan las pertenencias de las familias desplazadas. En su informe, la organización recoge testimonios de distintas personas que denuncian que sus bienes —joyería, dinero en metálico, ordenadores— fueron robados por las fuerzas israelíes. Se da el caso de que muchos de estos soldados se graban a sí mismos mostrando su motín: pocas semanas después del inicio de la incursión terrestre el vídeo de un militar mostrando el collar que habría robado para su novia se hizo viral.
Mientras asedian campos de refugiados y hospitales, y destruyen toda la infraestructura civil de la franja, los militares israelíes encuentran tiempo para dedicarse al humor y a la danza. Y a grabarlo y difundirlo: Soldados bailando eufóricos una canción árabe, reclutas que montan en las bicicletas de los niños bombardeados, otros que juegan en parques infantiles de Gaza, mujeres soldado moviendo el culo al ritmo de una canción de moda. Hasta un militar diciendo que ha matado a una niña de 12 años, porque no podía encontrar bebés.
La cantidad de vídeos y el escándalo levantado forzaron a los mandos del ejército a hablar de sanciones, como registraba un artículo de AP del pasado 13 de diciembre; el texto recogía tres vídeos particularmente polémicos: en uno un coro enorme de soldados entonaba canciones racistas, en otro, se veía a soldados prender fuego a la comida almacenada en un camión, el último mostraba un momento de pillaje en un hogar palestino.
El ejército sionista también ha sido acusado de sexualizar a sus soldados mujeres para atraer más simpatías en una estrategia conocida como thirst trap, que consiste en generar atención y simpatía mostrando cuerpos atractivos y sensuales. Así, las imágenes de chicas militares israelíes sexis abundan en las redes, en tik tok numerosos vídeos muestran a estas jóvenes en vídeos comentados por diversas cuentas que se explayan en comentarios en los que se confunden los halagos a estas mujeres con el apoyo a Israel. Como explica un reportaje de la revista Dazed, existe toda una red virtual de mujeres poniendo sus posados y sus cuerpos al servicio de la propaganda sionista.
El ejército sionista también ha sido acusado de sexualizar a sus soldados mujeres para atraer más simpatías en una estrategia conocida como thirst trap.
Un ejército marcado por el machismo y el sexismo
El ejército israelí no solo presume de soldados guapas sino que hace de la presencia de mujeres entre sus filas. Un símbolo de su modernidad, en un mensaje que consiguen a menudo emplazar en la prensa internacional, que reproduce el tema de las intrépidas mujeres soldados. Pero la misma sociedad israelí es consciente de que el ejército no es precisamente igualitario: en un informe publicado a finales de 2022 se reveló que una de cada tres soldados habría sufrido acoso sexual.
Así, en la prensa israelí abundan los análisis feministas que no discuten la labor de las fuerzas de ocupación, sino el lugar de las mujeres en ellas. Un artículo del Jerusalem Post abordaba el tema del acoso sexual atacando a los religiosos contrarios a la presencia femenina en el ejército, y defendiendo el derecho de las mujeres a pertenecer a las FDI. En otro artículo se celebra que las israelíes religiosas se alisten cada vez más, como un acto de empoderamiento e integración en la sociedad. En otro reportaje se cuestiona cómo las mujeres israelíes se topan con un techo de cristal que las mantiene apartadas de los puestos de mando.
El debate “feminista” dentro de sionismo se realiza de espaldas a cómo el ejército trata a las personas palestinas en un claro ejemplo de deshumanización racista
La relegación que viven las mujeres en el ejército de ocupación tuvo también sus consecuencias el pasado 7 de octubre. Según reportaba Haaretz, las soldados encargadas de vigilar lo que pasaba en Gaza durante las 24 horas del día desde torres apostadas cerca del muro advirtieron muchos meses antes de las maniobras que estaban ensayando los grupos armados palestinos. Las mismas soldados han atribuido al hecho de que eran mujeres jóvenes, el que no se les haya tomado en cuenta.
Así, el debate “feminista” dentro del sionismo se realiza de espaldas a cómo el ejército trata a las personas palestinas en un claro ejemplo de deshumanización racista. Y es que el racismo también juega una parte importante en el ejército, en una sociedad atravesada por la jerarquización social en relación con la procedencia de su población.
En algunas de las imágenes difundidas de soldados en Gaza se puede ver a israelíes negros, judíos de origen etíope que llegaron al país principalmente en los años 80 y 90, en el marco de una iniciativa israelí para traerlos desde su país, donde habían conservado durante dos mil años sus prácticas religiosas judías. Esta población sufre desde entonces una larga trayectoria de discriminación, llegándose a cuestionar que su judaísmo sea auténtico.
En 2015, el soldado etíope Damas Fikadey sufrió una paliza a manos de dos oficiales de policía en un suburbio de Tel Aviv, en un episodio de violencia que actuó como detonante para cientos de judíos de origen etíope que protagonizaron protestas para denunciar años de marginación. Los manifestantes fueron reprimidos con dureza. El informe anual sobre racismo del ministerio de justicia en Israel muestra como prácticamente una de cada cuatro denuncias por racismo ha sido presentada por israelíes de origen etíope. Una muestra paradigmática de este racismo, en una sociedad dirigida por la élite askenazi, de origen europeo, es la suerte de Avera Mengistu y Hisham al Sayed, israelíes de origen etíope y beduino, respectivamente, quienes permanecen cautivos desde hace casi una década por Hamás, ignorados por el gobierno israelí, el mismo que canjeó al soldado franco-israelí Guilad Galit por mil prisioneros palestinos. Un contraste que muchos solo pueden achacar a que Mengistu y Al Sayed no son blancos como Galit.
La discriminación se replica en el ejército, no solo con los soldados etíopes. Las minorías mizrahi, provenientes del norte de áfrica, también son objeto de racismo. La migración de estos judíos desde sus países de origen a Israel fue valorada con preocupación por parte de los askenazi procedentes de Europa desde la creación del Estado de Israel. Consideraban a esta población bárbara, mucho menos civilizada que la élite sionista, e insistían en la necesidad de aculturarla. En los años 70, ante la discriminación sufrida, un grupo de inmigrantes marroquíes llegó a fundar las Panteras Negras israelíes, un movimiento reprimido por el gobierno.
Mientras el ejército sionista reserva a sus ciudadanos negros y de origen árabe los puestos más penosos entre sus filas, se esfuerza por reclutar soldados judíos de origen europeo
Según explica la revista +972 en un reportaje de 2019, la minoría mizrahi, muy presente en el ejército, tiende a ser destinada a misiones en los territorios ocupados, en la primera línea de represión contra los palestinos, mientras que los soldados de origen más privilegiado son dirigidos a unidades especiales. Toda oportunidad de progreso para los mizrahi en el ejército pasa por la desarabización de su cultura, así como de aprovechar su origen árabe para infiltrarse entre la población palestina y luchar contra los árabes, afirma la autora del artículo.
Mientras el ejército sionista reserva a sus ciudadanos negros y de origen árabe los puestos más penosos entre sus filas, se esfuerza por reclutar soldados judíos de origen europeo a los que atrae con la promesa de una remuneración que puede doblar la de los soldados locales, y la posibilidad de nacionalizarse tras su paso por el ejército, opción que muchos de ellos toman. Según informaba el medio Declassified UK, cientos de británicos habrían optado por sumarse al ejército israelí. La agencia Mahal de las FDI, se encarga de importar jóvenes de origen judío para que se sumen al ejército de ocupación.
Exsoldados que se rebelan
El pasado 2 de enero, el vídeo de la cámara de seguridad de una gasolinera en Hebrón, Cisjordania, mostraba cómo soldados israelíes obligaban a un empleado del negocio desarmado a tumbarse en el suelo, y una vez allí lo pateaban y pisaban. Son diversos los vídeos y entrevistas que se han movido estas semanas desvelando la brutalidad del ejército israelí con los palestinos por parte de exsoldados que han vivido estas situaciones, y que describen cómo el cometido del ejército israelí consiste en mostrar a los palestinos quién tiene el control sobre sus vidas impidiendo que levanten la cabeza.
Estos testimonios no son nuevos, la organización Breaking the silence, establecida en 2004, está compuesta por veteranos del ejército que denuncian ante el mundo las vulneraciones de derechos cometidos por las FDI, pero no solo. El pasado noviembre, esta organización llamaba a una intervención internacional para frenar la violencia de los colonos.