Manifiesto contra el uso demagógico y populista de la inmigración ante las próximas elecciones

De un tiempo a esta parte estamos asistiendo en Europa a un retroceso en la protección de derechos fundamentales de las personas que están en una situación de especial vulnerabilidad. Atacar y utilizar al débil o al diferente como chivo expiatorio al que señalar como responsable de los riesgos e inseguridades que genera la sociedad globalizada, no hace sino alimentar de manera cada vez más indisimulada un discurso del odio. En el caso de la población inmigrante, este discurso del odio se manifiesta en forma de discriminación, xenofobia y racismo.
El discurso xenófobo es cada vez más agresivo, y el llamado “nuevo racismo” deja paso a viejas prácticas del siglo pasado: expulsiones colectivas de personas gitanas de nacionalidad rumana en Francia, patrullas “ciudadanas” en Italia, etc. La gravedad de estos hechos, unida al ascenso de partidos políticos claramente xenófobos en países como Holanda, Hungría, Bélgica o Suiza, debería abrir un debate sobre la “calidad” democrática de Europa. Culpabilizar a la inmigración de todos los problemas y no combatir la desigualdad social es la peor manera de sostener una democracia débil, y la situación más cómoda para los responsables de esta grave crisis económica. Más aún, contamos con numerosos ejemplos en nuestro entorno de cómo se han aprovechado prejuicios como que la inmigración es una amenaza para el Estado del Bienestar para justificar recortes de derechos y libertades que nos afectan al conjunto de la ciudadanía.
En un contexto de escasez de recursos, azuzar el temor de la población a lo diferente puede tener réditos electorales, pero también consecuencias incalculables. Y aquí nos vamos a encontrar con uno de los problemas que el discurso populista y xenófobo está incubando. Las leyes (aunque sean de extranjería) deben transmitir a las próximas generaciones que existen unas fronteras éticas y de dignidad humana que no pueden traspasarse. Si alguien se cree que tiene algún permiso especial para traspasar este límite, que luego no se lamente cuando descubra que la paciencia también es limitada. Sabemos cómo empieza el discurso del miedo pero no cómo termina. Recordemos si no los disturbios de Francia en 2005, protagonizados por hijas e hijos de inmigrantes, hartos de seguir discriminados y estigmatizados.
Es el momento de levantar entre todas y todos un dique ético que pare esta ola de odio. La regresión en materia de derechos humanos y de garantías jurídicas nos está conduciendo a un punto de no retorno en el que la irracionalidad nos va salpicar, seamos de aquí o de allá.
Por todo ello, las personas abajo firmantes exigimos a todos los partidos políticos y agrupaciones electorales que vayan a presentarse a las próximas elecciones municipales que hagan un ejercicio de responsabilidad y que no hagan demagogia ni populismo con la inmigración. Abogamos por una sociedad integradora donde, por encima del lugar de procedencia, la religión o la cultura, se nos reconozca como vecinas y vecinos iguales en derechos; con diversas inquietudes y sensibilidades, pero afectadas al fin y al cabo por los mismos problemas municipales.
Marzo del 2011
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