Interessant entrevista, publicada a El Diario de Cueta-Melilla, de Juan de Dios Ramírez Heredia. A les eleccions generals espanyoles de 1977, amb 35 anys, va ser escollit diputat (el primer de la història de Espanya pertanyent a la comunitat gitana).
Con las cortes constituyentes, un cambio sacudió España. Un cambio que pasó desapercibido en aquella época de vorágine. Entre los escaños del Congreso de los Diputados, un licenciado e n Ciencias de la Información llamado Juan de Dios Ramírez Heredia estrenaba la nueva democracia. Pero también, gracias a él, los gitanos se estrenaban en la representación democrática gracias a este parlamentario que contaba con apenas 34 años. Hoy día, con setenta y muchos, mantiene la ilusión intacta. Es presidente de la Unión Romaní Española, y hoy se paseará por Ceuta para apoyar a los gitanos de la ciudad en la presentación pública de la Comunidad Romaní, acto que tendrá lugar a las ocho de la tarde en el salón de actos del Palacio Autonómico de Ceuta.
–7 de junio de 1978. ¿Qué le evoca?
–¿7 de juno de 1978? Fue el momento en que pronuncié un famoso discurso para hacer que desaparecieran tres terribles artículos del reglamento de la Guardia Civil en los que se perseguía de forma muy grave a la comunidad gitana. Yo entendía, y conmigo toda la comunidad demócrata, que no tenían razón de ser. Por eso el congreso determinó que tenían que desaparecer.
–¿Conserva las sensaciones que tuvo en aquel momento?
–Sí, una muy importante. En primer lugar porque era la primera vez que un gitano tomaba la palabra en el santuario de la democracia. Hay que situarse en el momento histórico del acontecimiento. Aún no teníamos Constitución, y un cierto riesgo tenía el presentar aquella propuesta. Pero también tengo que decir que el Congreso de los diputados reaccionó extraordinariamente, y todos votaron a favor de mi enmienda, excepto tres cuyos nombres no me acuerdo ni me quiero acordar. Eso es agua pasada.
–Y hoy, ¿qué es ser gitano?
–Es tener una serie de valores que constituyen nuestra única riqueza. Piense que no podemos presumir ni de tener grandes ni pequeñas fabricas, ni bancos ni industrias, ninguna de esas cosas por las que la sociedad mayoritaria se afana y que constituye los poderes fácticos. Defendemos el gitanismo, que es todo lo bueno de nuestro pueblo. Renunciamos a la gitanería, que es lo que nos vitupera y crea una falsa imagen de nosotros.
–¿Qué ha cambiado para su comunidad en estos más de 30 años?
–Gracias a Dios, algunas cosas. Cuando accedía al Congreso, los gitanos no sabían leer ni escribir salvo raras excepciones. El índice de analfabetismo entre los gitanos españoles era del 80%, una marginalidad terrible que no se daba ni en centroáfrica. En el 77, pocos eran los gitanos con documentación y carnet de identidad. Ese año, 1977, en el que accedí al Congreso, no había ningún gitano estudiando en la universidad en España. Por el contrario, ahora son centenares quienes se sacan sus carreras y defienden sus derechos.
–Pero usted abrió camino, llegando incluso a ser nombrado doctor ‘Honoris causa’ por la Universidad de Cádiz.
–Algo que me llenó de orgullo. Después de haber sido diputado casi 20 años en España y la Unión Europea, me doy cuenta que el desarrollo tecnológico de esta sociedad, impensable para nuestros abuelos, es para payos y gitanos.
–¿Se aplica igual para ambos?
–¿Tan difícil es entender que todos somos iguales? ¿Que nadie es más que nadie? ¿Que buenos y malos los hay en todas partes? ¿Que gitanos y payos somos portadores de los mismos derechos y obligaciones? Muchos, no lo entienden. Me complace fastidiar a los racistas en mi lucha contra sus ideas. La Constitución es una ley que nos enorgullece, porque facilita la convivencia y la igualdad, ¿verdad que sí? Pues sabed, malditos racistas, que esa Constitución Española está firmada por un gitano; porque lleva mi firma y contribuí a hacerla. Es algo que merece ser recordado por todos.
–Ese racismo del que habla, ¿cree que es algo palpable en España?
–No seré yo quien diga que los españoles son racistas, pero sí hay comportamientos racistas en España por determinados elementos de la sociedad. Es como en otros países europeos, en los que la situación se vuelve más grave que aquí: Chequia, Hungría, y no digamos Italia con la política dura y racista del gobierno de Berlusconi. Los gitanos españoles somos, casi, unos privilegiados.
–Pero sigue habiendo problemas en este país, ¿verdad?
–Todavía hoy, a pesar de los avances, ocupamos el último lugar en el ranking de progreso y desarrollo. Seguimos siendo el pueblo mayoritariamente marginado en todas las comunidadse autónomas. Sufrimos el mayor índice de paro y el menor nivel de disfrute de los bienes producidos por la sociedad. Esta marginación que todavía sufre nuestro pueblo exige de una lucha constante y unos esfuerzos claros y bien definidos porque estas diferencias atroces desaparezcan cuanto antes.
–Y bien, mañana (por hoy) llega a Ceuta para asistir a la inauguración de una asociación romaní. ¿Qué le sugiere?
–El hecho de que sea un lugar fronterizo favorece la integración entre culturas. Cada vez que he ido allí ha sido para compartir momentos de algría e ilusión con mis hermanos gitanos y con los muchos ciudadanos de Ceuta que, sin ser gitanos, se sienten gitanos. Y, mire usted, cuando las personas se miran a los ojos con limpieza, como normalmente me acontece en Ceuta, uno recibe una inyección de entusiasmo. Y, si al mismo tiempo, las horas que voy a pasar allí sirven para acercar posturas, y que los ceutíes y gitanos ceutíes nos miremos con un brillo de experanza y amor, bendito sea el viaje.