Artículo extraído de Pikaramagazine.com
La Justicia española condena como delito de odio los insultos racistas en redes sociales recibidos por la activista Quinndy Akeju. El agresor, que se identificaba en su perfil con simbología de ultraderecha y nazi, tendrá que colgar la sentencia en sus redes y pedir disculpas públicamente.
Una telaraña, un tridente y el nombre de una batalla: Krasni Bor. Con estas credenciales se presenta en redes el agresor racista de la enfermera y activista afrofeminista Quinndy Akeju, denunciado por delito de odio en redes sociales.
Los símbolos que acompañan al perfil no son casuales. Según explica la abogada de Akeju, Adilia de las Mercedes, la telaraña es un “conocido símbolo de los skin heads y el tridente, ha sido asociado con múltiples significados como el de la triple H, en referencia a Hitler, Himmler y Hess”, que se corresponden respectivamente con el nombre del dictador de la Alemania nazi, el del responsable de la creación y administración de los campos de concentración y exterminio y el del responsable de la propaganda del Partido Nacionalsocialista Alemán. También puede hacer referencia “al juramento de tres dedos que hacían los miembros de las fuerzas armadas nazis en Alemania y también con la runa Lebensrune o runa de la vida, utilizada por las SS en programas de supremacismo ario”, añade.
Los insultos no son casuales, hacen referencia al racismo biológico
El email asociado a la cuenta de Instagram desde la que este hombre estuvo profiriendo comentarios racistas a Akeju durante dos años es Krasni Bor. Es el nombre de una batalla a las afueras de Leningrado, en la URSS, en la que ganaron los nazis con ayuda de la División Azul, unidad de voluntarios españoles que se formó para luchar contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. “Es importante hacer pedagogía para que se sepa cómo identificar estas cuentas”, explica De las Mercedes.
Los insultos lanzados contra la activista tampoco son casuales. “Se le pueden decir a cualquier persona, pero él sabe que tienen mucho bagaje contra las personas racializadas, como ‘macaco’. No solo porque nos hayan metido en zoos históricamente, sino porque desde el racismo biológico también se pretendía difundir la idea de que las personas racializadas como negras tenemos un coeficiente intelectual menor que las personas blancas. La idea de que somos más primitivas y más salvajes. Y todavía se hace. Y lo hace justo en una publicación donde estoy reivindicado mi humanidad”, explica Akeju. En otros mensajes el sentenciado dice “este es mi país” o “vuelve a tu selva”.
“Parece que reivindicar ser persona es lo que molesta”
La publicación a la que se refiere es una foto de su feed de Instagram de 2017, aunque las agresiones empezaron en 2020. En ella la activista aparece con un cartel que reza “soy negra, soy persona”. “Parece que reivindicar ser persona es lo que les molesta”, incide la letrada. Habla en plural porque al primer comentario de odio le siguieron más de otras cuentas similares. Akeju puso la denuncia contra todas, pero solo han podido identificar al dueño de una, al que se citó, como a Akeju, para el juicio el 18 de junio en Bilbao. No tuvo que celebrarse: él reconoció su culpabilidad en una sentencia de conformidad en la que acepta que ha cometido un delito de odio que lesiona la dignidad de la activista. La sentencia de la Audiencia Provincial de Bizkaia ha publicado la sentencia esta semana condenando a Justo Huertos Rubio a una pena de 15 meses de prisión, nueve meses de multa, inhabilitación especial para profesión u oficio educativo por cuatro años, responsabilidad civil de 2.500 euros, condena a pagar las costas del proceso juducial, realización de un programa formativo en materia de igualdad de trato y obligación de publicar la sentencia y de pedir disculpas por el mismo medio donde realizó las publicaciones. Este último punto es esencial para mandar un mensaje de que estas agresiones no quedan impunes. Para educar.
La condena que ha aceptado es la que pedía Fiscalía e implica menos tiempo de prisión que el que pedía la parte acusadora. Aun así, la acusación entiende que no es importante dado que el encierro no era el objetivo de la denuncia.
Se puede identificar a los agresores, también en redes sociales
Los agresores buscan mujeres con mucha visibilidad a las que atacar para aprovecharse de eso y así mostrar su discurso. Estos agresores se ceban así con disidencias con visibilidad en redes sabiendo que, en muchos casos, el delito queda impune. Esta vez no: “La sentencia que condena las expresiones racistas y misóginas en contra de Quinndy Akeju es un ejemplo más de que, cuando se realiza una investigación efectiva, el anonimato en redes sociales no existe y se puede dar con los responsables de graves lesiones a la dignidad de las mujeres que defienden los derechos humanos”, explica De las Mercedes. La letrada considera que este es un ejemplo de que tanto Fiscalía como la agente de la policía judicial encargada de investigar las redes sociales han investigado y había pruebas suficientes.
Lo que meta no considera denunciable, la justicia lo reconoce como delito
El anonimato en redes sociales, según explica la abogada, da una sensación de impunidad que “solo puede ser combatida con un sistema eficaz de acceso a la justicia para las víctimas, quienes viven con especial angustia el no saber si quien las violenta es su vecino, su compañero de trabajo o si es una persona o son decenas. Tampoco saben dónde o cuándo actuarán en la vida material los agresores virtuales”, matiza De las Mercedes.
La colaboración con las empresas internacionales dueñas de estas redes es, aun así, nula. Akeju dice que sigue recibiendo comentarios de odio de otras cuentas en sus publicaciones sobre afrofeminismo, antirracismo o derechos humanos y que, cuando denuncia a Instagram, Meta no considera que sean denunciables. Según la ley española sí son agresiones: el delito de odio se recoge en el artículo 510 del Código Penal. “Luchar por los derechos humanos puede salir muy caro, afecta a la salud mental y no debería ser así”, explica.
Para Adilia de las Mercedes la sentencia sienta un precedente importante en los delitos digitales de odio. La sentencia es de las primeras en el Estado español en favor de una activista. Y es firme, no se puede recurrir. Frente a esto, Akeju considera que es fundamental que la justicia ponga freno a casos similares: “Hay una incitación al odio colectivo, a la deshumanización colectiva. Llega a mi feed pero también a otros. Quieren silenciarnos. Quieren deslegitimar lo que hacemos, ponernos en un lugar de no ser, pero vamos a seguir luchando”.